Todas las protestas, todos los clamores, todas las proclamaciones contra el racismo y la xenofobia son justos, necesarios y bienvenidos.
La xenofobia, el miedo al forastero, es un prejuicio arraigado en el individuo y en la sociedad. Dirigido al individuo, al colectivo o a ambos, se manifiesta en su forma más leve con la indiferencia, la falta de empatía hacia el extranjero, llegando hasta la agresión física y el asesinato. «Entre los prejuicios xenófobos o racistas más extendidos están la superioridad cultural del mundo occidental (eurocentrismo), el temor a la pérdida de la propia identidad, la vinculación del paro y la delincuencia a los emigrantes, y el robo y el tráfico de drogas a los gitanos». En general, los grupos estadísticamente más conflictivos se convierten en el elemento amenazante en la percepción xenófoba.
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